martes, 1 de diciembre de 2015

LOS ULTRAPACÍFICOS


¿Eres Ultrapacífico o Belicistas Moderado? Es el momento de tomar partido. 

De un lado están los ultrapacíficos, buenistas, radicales defensores del derecho a la vida, que se declaran en contra de las armas, las bombas y la violencia. 

De otro lado los realistas, los moderados, los centristas tranquilos, que apuestan por la guerra, la venganza con mesura y los bombardeos controlados como solución al terrorismo. Hollande habla de respuesta contundente, firme, eficaz, implacable, Valls aseguró que golpearían al enemigo para destruirlo, y que la respuesta sería del mismo nivel que el ataque. Margallo se escuda en la legítima defensa para decir que la respuesta es la guerra. 

El ataque terrorista del 13N en París pretendía quebrar la vida en comunicad e instaurar alarma social, caos, miedo e inseguridad. 

Los buenistas drásticos creen que la respuesta debe corresponder a una sociedad democrática que conoce el riesgo de renunciar a sus libertades, que frente al terror es necesaria la templanza, la confianza en el pueblo, evitar la alarma, superar el miedo, y preservar más que nunca las garantías básicas del estado de derecho, la justicia, las libertades y la reconstrucción de la comunidad. 

En cambio los realistas sensatos apuestan por reclamar la unidad de todos los demócratas para modificar el código penal ampliando de manera ambigua el concepto de terrorismo, endureciendo las penas, y tipificando delitos interpretables relacionados con las redes sociales. En Francia y Bélgica, esta lógica realista moderada ha supuesto renunciar temporalmente a ciertas conquistas sociales, como a los derechos de reunión y manifestación o a la presunción de inocencia y ha permitido que las fuerzas del orden entren en los domicilios de cualquier ciudadano que pueda resultar sospechoso, al estilo de las más audaces dictaduras.

Los radicales ingenuos evitan la palabra guerra y se limitan a hablar de terrorismo. En un estado atacado por el terrorismo sólo hay un bando que se salta las reglas fundamentales de convivencia. 

Los moderados prefieren hablar de guerra, como Albert Rivera (“a los que no nos gusta la guerra nos gusta menos el terrorismo”), o incluso Iñaqui Gabilondo (“¿Podemos decir no a una guerra que otros han declarado, y que ya han iniciado?). En una guerra quedan suspendidos los derechos y la justicia; se puede matar, hostigar, destruir o torturar desde ambos bandos. Y creen que la solución pasa por bombardear (con mesura y amparados por las alianzas internacionales) posiciones y bases militares de los terroristas, porque están convencidos de que esas bases militares son blancos estratégicos y en algunos casos están aisladas de poblaciones, y esperan que sus bombas maten principalmente soldados radicalizados y destruyan material de guerra. Creen que pasado el bombardeo desaparecerá el terrorismo, se acabará el odio y todos dejarán de matar. Quizás de modo inconsciente, confían en que sus artefactos sean capaces de detectar la maldad y erradicarla del planeta. Distinguen entre esta situación y la de 2004, porque entonces el trío de las Azores mintió inventando unas armas de destrucción masiva y escudándose en el derrocamiento de un dictador, con la intención de dominar un área geográfica, y ahora no, ahora la intención es salvar a los inocentes sirios, además de hacer desaparecer el abominable Estado Islámico. Sabemos que en 2004 había intereses económicos territoriales y de enriquecimiento por parte de multinacionales energéticas y armamentísticas. Los realistas creen que en 2015 este punto es secundario. 

Los ultraidealistas hablan de neutralizar las vías de financiación y abastecimiento, embargar armas, erradicar los bombardeos, abrir corredores humanitarios, proteger a los refugiados. Sospechan que el motivo por el que en 2015 las grandes potencias occidentales no se molestan en buscar escusas o mentiras para alentar a la guerra, no es que esta vez se trate de salvar a la población inocente, lo sospechan porque si a los europeos les importaran los civiles sirios no les dejarían agonizar y morir a las puertas de Europa. Lo sospechan porque los intereses económicos han sido hasta ahora los que han determinado todas las políticas expansionistas y no encuentran motivos para pensar que esta motivación haya desaparecido. 

En resumen los utópicos radicales creen que atacar la violencia con violencia, combatir el dolor con más dolor, traerá una espiral de terror irrespirable. 

Los centristas están convencidos de que la guerra y las armas son la única alternativa, la menos mala, para acabar con la violencia y el terror.

En estos tiempos hay que posicionarse, toca tomar partido.

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