lunes, 24 de septiembre de 2012

RECORTES Y RETALLADES





Desde 2011, en Cataluña los servicios públicos básicos han sufrido un deterioro sin precedentes. Cataluña fue la primera comunidad que aplicó el cuento de adelgazar para sanar. Un cuento que viene de las directrices del norte pero que se aplica con mucho más celo en el sur.

Es un tratamiento que mataría al organismo más sano, y que una vez que se empieza a aplicar tiene visos de ser irreversible y de convertirse en una patología mortal a la que es necesario adaptarse para morir con el menor sufrimiento posible. Hay un punto de no retorno a partir del cual solo se aplican cuidados paliativos.

Arthur Más lleva casi dos años aplicando la receta mortal con gran diligencia, y con efectos devastadores en el ente que dirige. Cataluña era uno de los territorios más sanos del estado, con educación y sanidad gratuítas, universales y de calidad. Pero sin alimento, sus servicios públicos se han convertido en el modelo del que huir.

Debido en gran parte a esta receta, los países del sur se están alejando de los del norte en calidad de servicios y por ende en calidad de vida, en deterioro económico y en desarrollo; así las cosas, Mas ha pensado que a Cataluña, que casualmente se encuentra pegadita a Francia, le conviene más aferrarse al Pirineo que “sostener” al resto de comunidades del sur. Que si se trata de descomponer Europa en dos zonas diferenciadas de ricos y pobres, quizás se pueda conseguir desplazar la frontera hasta el Ebro, en lugar de dejarla en el Pirineo.

Con este mensaje subliminar, se ha presentado a su comunidad, y cree haberles convencido de que la solución es desprenderse de lastre. Sin Andalucía, sin Murcia, sin Extremadura, los catalanes podrían pasar por laboriosos ciudadanos del norte, y serían acogidos entre los que culpan al caracter alegre de los ciudadanos mediterraneos de todos sus males.

La argucia le ha salido a pedir de boca. Los enfermos catalanes ya no se preocupan por la lista de espera y a los médicos dejó de cabrearles que se retrase 60 días el cobro de las guardias. A los estudiantes ya no les importa pagar las tasas más altas de toda su historia y los funcionarios renuncian mansamente a su paga de navidad. Lo único que ahora es importante para un catalán es conseguir que esas tasas se queden en Cataluña, que ningún haragán Gallego o Castellano se lleve ni un euro de los que los pensionistas catalanes paguen por sus medicinas.

El Sr Mas, ahora puede ahondar en su modelo de estado sin estado, donde los ciudadanos que pueden se pagan los servicios y los que no, se pasan sin ellos (sin universidad, sin medicinas, sin guarderías). Puede continuar con su plan de adelgazamiento mientras la sociedad debate si prefiere que le baje la pensión el estado español o el estado catalán, si opta por ser desepleado o desocupat, si puede soñar con una Cataluña campeona de la Eurocopa o tendrá que conformarse con seguir viendo a Pujol y Piqué jugar para la selección española.

Todos sabemos que los llamados ajustes no están dando resultado en ningún lugar, sospechamos que por ahí no vamos bien, y que hay más ideología que buena voluntad en este tipo de políticas. Pero esa ideología cala en una gran parte de la sociedad. No todos aspiramos a una sociedad más justa y más igualitaria. No nos engañemos, muchos ciduadanos sólo aspiran a salvarse ellos. Y ahora que parece que sólo unos pocos van a sobrevivir al naufragio, muchos piensan que cuanto más lastre se eche a la mar, más probabilidades tendrán ellos de subir al bote de primera clase. Y cuando digo lastre me refiero tanto a las autonomías zánganas que gustan de la siesta y el cachondeo, como a los sinpapeles, desempleados o pensionistas, que chupan recursos del estado.

Hay muchos catalanes críticos, hay miles de indignados y montones de protestas cada día contra el verdadero enemigo. Gran parte de la población sabe que la falacia de los recortes no es más que un pretexto para enriquecer a unos cuantos mientras nos precipitamos hacia el cataclismo. Pero hay también, como en todas partes una gran masa de ciudadanos de pensamiento insolidario y perezoso a los que es fácil manejar. La diferencia es que allí esos ciudadanos pueden esconder su vergonzante ideología tras una bandera que despierta respeto y simpatía en muchos foros tanto de la izquierda como de la derecha. Una bandera que en otro contexto reivindicaría un derecho legítimo injusatamente ignorado.

Es cansado pensar,  por eso son a veces tan peligrosos los símbolos.